Albert Rivera, en nombre del ausente

En España ha habido cierta tradición de autores, no necesariamente literarios, que, aprovechando unos conocimientos idiomáticos superiores a los de sus lectores se han dedicado a transponer literalmente (adaptado a nuestra realidad, dirían ellos) lo mejor y lo peor de las modas y de las obras internacionales más sobresalientes, de tal modo que, si se tratara de los planos de dos edificios distintos, y se sobrepusieran el original y la copia uno encima del otro en papel cebolla, nos daríamos cuenta de que al menos las líneas maestras coincidirían más de lo debido.
Con Albert Rivera en el debate de ayer pasó algo muy parecido pero multiplicado por tres. Rivera fue Pablo Casado contra Pedro Sánchez y Pedro Sánchez contra Casado, pero nunca hizo de sí mismo. Aunque, bien pensado, no sabemos quién es exactamente Albert Rivera, cuyo proverbial nerviosismo e inquietud mingitoria acaba por dificultar una fijación gráfica definida. Ni siquiera su partido, Ciudadanos, ha logrado dejar hasta ahora una huella lo bastante visible y reconocible allá donde ha gobernado o ha apoyado un gobierno, sea en Andalucía o en la Comunidad de Madrid (el gobierno con múltiples imputados sostenido ridículamente por Ciudadanos por mero cálculo electoral), y una actitud general en los asuntos de estado y todas las instituciones donde participa un tanto zigzagueante y hasta errática. Ciudadanos es ya, antes de gobernar, el partido con más tongos internos y el partido/aglomerado con más miembros/soldados de fortuna procedentes de ejércitos diferentes en busca de oportunidades personales. Esto, su liquidez, en estos tiempos, puede ser un tanto a su favor, a pesar de que extrañamente conservan ciertas rigideces estructurales propias de la 'vieja política', pero el futuro de Rivera como líder del centro-derecha dependerá tanto del peso institucional que pueda conseguir para los suyos como de lo que ocurra internamente en el PP en el futuro inmediato, por no hablar del porcentaje en el que se fije finalmente el techo de cristal, el límite estético, de Vox. En estos tiempos líquidos, reitero, muchos votantes son ya gaseosos y se escapan con una facilidad pasmosa, por lo cual no cabe descartar competencia a medio plazo en el espacio de centro real, o de centro-centro, que ahora vuelve a estar vacante gracias a la deriva derechista de Ciudadanos (Cs).
Los cuatro principales candidatos, a falta del 'ausente'
He estado escuchado esta mañana algunos comentarios de tertulianos radiofónicos y he leído algunos artículos y comentarios interesantes en las redes sobre el debate de anoche en RTVE, pero nadie, creo, ha hecho mención a algo que a mí me parece lo más sobresaliente en lo tocante a la actuación de Albert Rivera ayer, y es que fue, sorprendentemente, el único que habló en nombre del ausente y quiso okupar su espacio, okupación que todos pensamos que haría Casado y que parece que los estrategas del PP dejan para el segundo debate, el de Atresmedia. Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, un tanto speedico y sobreactuado anoche, repito, fue Pablo Casado contra Pedro Sánchez, y Pedro Sánchez, o al menos un socialista, contra Casado (lo de fusilar el famoso '¿Sabe dónde está el milagro económico del PP? En la cárcel', de la ministra Montero fue solo el síntoma mayor). Pero es que, además, tanto en el tono agresivo, directo y simple, la adjetivación constante y la búsqueda de símbolos e imágenes abstractas, por no decir constructos, que conectaran con la emocionalidad más o menos irracional de los espectadores proclives al voto a Vox, sobre todo en todo lo tocante a la 'unidad de España' y los asuntos territoriales, copió literalmente el argumentario algo mentiroso e hiperbólico de Vox (no puedo decir que el argumentario de Abascal porque el hombre es algo cortito en argumentos y fecundo en errores. De menuda se ha librado al no tener que acudir a los debates).
Santiago Abascal, el ausente
Tenemos, pues, en Albert Rivera, no a un Hermes Trismegisto (el tres veces grande), sino, dialécticamente hablando, a un monstruo de tres cabezas que no sabe dónde está la suya propia. Pero es que Ciudadanos tampoco se ha convertido en la triple y acogedora diosa Hecaté que muchos creyentes de la 'nueva política' esperaban. En un par de meses quizá sabremos algo más del destino de algunos líderes, pero nos quedaremos sin saber el destino final de todos hasta dentro de al menos un par de años. Dependiendo de los resultados del domingo, nos espera una u otra nueva transición intestinal en España. Esto va para largo, y promete emociones fuertes, según parece.