LA REVOLUCIÓN PENDIENTE. ACERCA DE LA NECESIDAD DE LOS SENSATINOS
En materia de derechos (individuales y colectivos), la revolución francesa supone el punto de inflexión entre lo insostenible y lo deseado. Provoca que los habitantes pasásemos de ser súbditos a ser ciudadanos. En mi opinión, se trata del fenómeno que dignifica al ser humano, que lo convierte en elector (en su más pura acepción: elige porque es su derecho y lo ejercita como sujeto activo).
Constante la revolución francesa, nace el teatro de guiñol, concretamente en Lyon. Se cuenta que su creador fue Laurent Mourguet, dentista que para hacer olvidar el dolor a sus pacientes, se inventó unas historias de todo tipo que se representaban en su gabinete con marionetas de guante, las cuales se movían detrás de un mostrador (pequeña réplica de un teatro). Se trata de una actividad cultural y educativa que tiene como objetivo trasladar historias, utilizando como herramienta, los muñecos (títeres y marionetas), que se mueven desde abajo introduciendo en ellos los dedos. El personaje central se llamaba Guiñol (Guignol), un ciudadano lionés de la época que prestó su nombre, a perpetuidad, para este tipo de representaciones, Madelon, su mujer, y Gnafron, su mejor amigo; a los que posteriormente se fueron añadiendo otros. El teatro guiñol se difundió en Francia por el titiritero Pierre Datelén.
La navaja de Ockham, principio de economía o principio de parsimonia (lex parsimoniae), es un principio metodológico y filosófico según el cual: "En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable". Esto implica que, cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.
Al conjugar el teatro de Guiñol y la teoría de Ockham, comprobamos que la existencia de “los buenos” justifica, y se ve complementada por la existencia de “los malos” haciendo que ambos sean, no ya importantes, sino necesarios para distraer al público, hacer que se identifique con una de ambas opciones y su alternancia, otorga todo el sentido a su existencia. Blanco y negro anulan las gamas de grises y secuestran el color. Generar una necesidad, ofrecer dos y solo dos opciones, estar con algo, integrados en algo o unidos por el desprecio a algo, nos globaliza. Nos hace creer que tenemos opciones, que podemos elegir. El resto, quienes ven grises y conocen de la existencia del color, representan las dos décimas partes de la población y, los que no saben, no contestan, una décima parte más. Los pájaros que viven enjaulados creen que volar es una enfermedad.
En la Francia del XVIII los empresarios y grandes comerciantes que integraban la gran burguesía, llamados girondinos, por provenir de una zona situada al sur de Francia, denominada Gironda, eran moderados, contaban con el apoyo de las provincias y consideraban prudente hallar un acuerdo con la monarquía y la nobleza, limitando el poder real, pero sin permitir el derecho a voto a las clases pobres, que no pagaban impuestos.
El otro sector, era el de los jacobinos, nombre proveniente de sus reuniones en el convento de la orden de los jacobinos. Extremistas, duros y muy bien organizados, respaldados por el Consejo y el pueblo de París, estaban principalmente integrados por profesionales y modestos propietarios que querían abolir definitivamente la monarquía y proclamar una república democrática, con derecho a voto para todas las clases sociales.
Los girondinos se colocaban para deliberar, a la derecha en la Asamblea, mientras los Jacobinos lo hacían a la izquierda. Esta ubicación, además de simplificar el panorama opcional, ha perdurado hasta nuestros días dando lugar a la división, grosso modo, entre derecha e izquierda políticas, según sean conservadores en su accionar político o propongan medidas tendientes a cambios profundos y violentos.
Los ingresos aportados, impositivamente, por la ciudadanía, determinan y condicionan el gasto en "felicidad" ciudadana (objetivo final de la actividad política según nuestra querida Pepa). Que los capítulos 1 y 2 de cualquier presupuesto institucional (gasto en personal y gasto corriente y de servicios) detraen del mismo, aproximadamente (y en el mejor de los casos), dos tercios del mismo. Teniendo en cuenta lo dicho, entre el mejor y el peor de los casos, el ciudadano puede advertir, sentir y disfrutar de una inversión en su felicidad, de entre una tercera y una cuarta parte de lo que aporta. Consecuentemente, se podrá ser jacobino o girondino en no más de un 30% de gasto, puesto que el resto, se encuentra comprometido presupuestariamente.
No cabe, por tanto, hablar de otra cosa que no sea una sociedad integrada por ciudadanos (no por súbditos), libres (" los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales...yendo aún más lejos, a riesgo de escandalizar a los timoratos: consideramos a los ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y de elegir en consecuencia -Manifiesto Fundacional de UPyD-), e iguales (mujeres y hombres iguales ante leyes iguales para hombres y mujeres).
Normativamente, el concepto solidaridad (originariamente "caridad") ha incorporado un componente de reciprocidad, en tanto en cuanto el solidario espera que lo sean con él, llegado el caso. La libertad individual y colectiva (entendido lo colectivo como individual concepto) ha dejado de ser concebida como la extensión que ocupa la fachada de nuestra casa, pasando a ser la suma de aceras de todas las calles y todas las casas, de tal forma que no eres libre si no lo son los demás y los demás no lo son si tu no lo eres (sentimiento Hemimgwayniano).
EN MI OPINIÓN, siendo incuestionable el estado de derechos y libertades del que, como ciudadanos libres, nos hemos dotado, y sin renunciar a gestionarlo, protegerlo y defenderlo, y que los derechos pertenecen a los ciudadanos y no a los territorios, que nuestros diputados deben representar a su distrito y no a su partido, y que los votos han de tener el mismo valor independientemente del territorio donde se emita, habrá que reformar o suprimir, del resto, lo que no consideremos adecuado, pertinente o permisible, pero huyendo de planteamientos decimonónicos nacidos en el 18 en la “vieja y admirada Francia”. Debemos minimizar el poder de la mano que mece los guiñoles (poderes fácticos), ampliar el zoom para ver más allá de donde alcanzan los ojos que siempre vieron lo mismo, y debemos hacerlo optimizando recursos (un apunte: técnicas de Benchmark –análisis comparativos-), atendiendo al planteamiento de Ockham y entendiendo que lo que complementa es lo que está por crear y no las sombras de lo ya existente.
Los siglos 19 y 20 deben dar paso a un siglo 21 donde debemos alejar el zoom, facilitando la irrupción de una nueva opción que, fuera del guiñol y llena de matices, todos ellos de progreso (sin atender a idearios jacobinos o girondinos ni respetar sus hipotecas bondades y comprometidos subsidios, ni a las nulas aportaciones de formaciones emergentes), faciliten la optimización necesaria de recursos, y la irrupción del imprescindible concurso de LOS SENSATINOS. Su finalidad debe ser, desde el socio liberalismo (alejado del liberalismo económicamente radical y de la socialdemocracia), invertir los porcentajes presupuestarios para que la "felicidad" de los ciudadanos ocupe las dos terceras partes de cualquier presupuesto, porque eso es lo novedoso, es lo necesario y es lo sensato: suprimir la grasa del estado y evitar duplicidades, redundancias y solapamientos junto con una adecuada fusión de municipios (España es el único país europeo que no la ha realizado tras la segunda guerra mundial).
P.D.- Sensatez (femenino): Cualidad que tienen las personas que muestran buen juicio, prudencia y madurez en sus actos y decisiones.