La novela de Paco Góngora: La suerte del trilero

Esta historia de hoy muy bien podría empezar con el hallazgo de un contrato privado que sale del ayuntamiento de El Ejido y se lleva a los juzgados, que es el que algún día sentará en el banquillo al todavía alcalde de El Ejido, que también se filtra debajo de una puerta y que tiene dos trillizos más, hijos todos de un parto sin dolor de una compañera ejidense del PP, rival política con menos opciones a encabezar la candidatura de los populares en las municipales de El Ejido post-OP; uno que se coló por la puerta de la sede de IU, del que nunca se supo nada, y otro que estuvo en un cajón de la emisora de Onda Cero en El Ejido, del que Eva Liria, ahora concejal de UPyD en el ayuntamiento de El Ejido, quiso contar su existencia por las ondas hertzianas y que al final le costó su trabajo. El primer ejemplar, eso sí, llegó a la sede de Onda Cero Sevilla a través de su entonces director Pepe Fernández, que a su vez era director de Onda Cero Andalucía, Ceuta y Melilla, a la vez que se multiplicó por las redes en minutos a pesar de las amenazas, cumplidas al final, del necio emisario del entonces todavía candidato por el PP.

Creo que fue el novelista Rafael Chirbes el que dijo que la corrupción es muy difícil de contar, que es muy árida narrativamente hablando, de ahí que tuviera que recurrir a un uso prodigioso de ese recurso relativamente moderno que es la técnica del flujo de conciencia en su novela Crematorio, que sigue siendo la NOVELA sobre la corrupción por antonomasia.

De la corrupción y de muchas cosas más; un auténtico friso de la realidad española de las últimas décadas. Esto es tan así, la aridez del tema de la corrupción y las dificultades narrativas que acarrea, que me vine a acordar de esto que creo que dijo Chirbes viendo la película El Reino, de Sorogoyen, un trasunto de Gürtel, rama valenciana, con algún que otro elemento de otras tramas,  que me pareció en general bastante árida, salvo cuando el guionista echa mano de los recursos propios del thriller, incluida la persecución automovilística, a falta de brillantez en los diálogos o esa escenificación teatral de los juicios típica de las películas norteamericanas que en ocasiones tanto se parecen a algunas escenas de las antiguas tragedias griegas.                                                                     

Es por eso, por la dificultad de contar la corrupción desde un plano diferente sin tener que recurrir a arideces legales que a la mayoría nos son extrañas y ajenas, por lo que hemos optado por excluir contar las peripecias políticas de Paco Góngora, ahora que parece que finaliza su ciclo, de manera fragmentaria y huyendo de la consabida y trillada línea temporal decimonónica que se sigue repitiendo en novelas populares y películas como si fuera LA MANERA DE CONTAR en sí.   

                                                           

                                                            

Esta historia de hoy muy bien podría empezar con el hallazgo de un contrato privado que sale del ayuntamiento de El Ejido y se lleva a los juzgados, que también se filtra debajo de una puerta y que tiene dos trillizos más, hijos todos de un parto sin dolor de una compañera ejidense del PP, rival política con menos opciones a encabezar la candidatura de los populares en las municipales de El Ejido post-OP; uno que se coló por la puerta de la sede de IU, del que nunca se supo nada, y otro que estuvo en un cajón de la emisora de Onda Cero en El Ejido, del que Eva Liria, ahora concejal de UPyD en el ayuntamiento de El Ejido, quiso contar su existencia por las ondas hertzianas y que al final le costó su trabajo. El primer ejemplar, eso sí, llegó a la sede de Onda Cero Sevilla a través de su entonces director Pepe Fernández, que a su vez era director de Onda Cero Andalucía, Ceuta y Melilla, a la vez que se multiplicó por las redes en minutos a pesar de las amenazas, cumplidas al final, del necio emisario del entonces todavía candidato por el PP.                                                                                                                                                                                

Pero también podría empezar en el preciso instante en el que, una vez conocidos los resultados electorales, tan aciagos para el futuro posterior del municipio de El Ejido, una monitora de aeróbic juraba y perjuraba que la iban a nombrar directora de Instituto Municipal de Deportes, cosa que no consiguió. Lo que sí consiguió fue su equivalente en cuanto a sueldo.

O in media res, por la mitad, como tantas novelas modernas, con el pueblo de El Ejido volviendo a votar mayoritariamente a un Paco Góngora ya imputado por tres delitos, que, aunque ya había declarado en los juzgados, como no había pisado la cárcel, solo se dejó cuatro o cinco mil votos por el camino, algo que no le impidió renovar la mayoría absoluta para el PP.                                                       

O unos años antes de eso, con Juan Enciso y otros en la cárcel, y algunos allegados de los imputados en la OP recorriendo tiendas, gasolineras y demás sitios donde se podían comprar los periódicos provinciales (en El Ejido quioscos de prensa no ha habido nunca, y ya es tarde), adquiriendo todos los ejemplares y recogiendo también los que se podían de los bares y cafeterías, los templos consagrados a la lectura de los periódicos locales por excelencia en la provincia de Almería. Y podía empezar así porque todo lo que aprendió Paco Góngora de la política y del control del flujo de información y la creación de excepciones informativas lo aprendió en su etapa con Juan Enciso y su equipo y lo ha estado ejecutando estos ochos años, de ahí la reiteración continuada de sus viejos trucos de trilero.                                                         

Ahora bien, lo complicado para alguien que no conozca bien la historia de este personaje, lo suficientemente rico y complejo como para, desde su propio flujo de conciencia o desde donde sea, construir una ‘novela’ coral (no hay narración que en el fondo no sea coral, hasta el delirante monólogo del Príncipe Sarau en Trastorno, la novela de Thomas Bernhard, es también coral), sería cómo documentarse para construir el primer esbozo de la historia.

Señor novelista foráneo, esto es trabajo para autóctonos, olvídese usted de encontrar ningún documento gráfico o audiovisual ni siquiera mínimamente fidedigno sobre la vida política del personaje (eso sí, de su vida familiar, sicalíptica y estupefaciente podrá usted hallar verdad si pregunta entre los que lo rodean, que siempre están deseando de regalar nuevas por doquier). Entre los miles de documentos publicados en periódicos, sus notas de prensa y documentos sonoros, y sobre todo en sus fotos (su obsesión fotográfica es uno de los atributos principales del personaje, se ve que aparte de vivir ‘a lo loco’ también quiere trascender) no va a hallar la menor coherencia, ni cotejando datos y documentos oficiales va a encontrar la más mínima verosimilitud si los compara con la realidad circundante, palpable y cognoscible.                                                 

La etapa política de Paco Góngora va a necesitar de años de trabajo, empezando por el trabajo legal para rastrear los posibles y presuntos delitos y faltas cometidos por él y otros en su etapa política, y más años de trabajo para llegar a algo que se parezca mínimamente a la verdad histórica de lo que ha ocurrido esta última década en El Ejido. Pero no debemos olvidar una cosa, cuando se conoce suficientemente a un personaje, y a partir de él, comienzan a aflorar las miserias de la sociedad que le rodea, de los ciudadanos que, conociendo perfectamente las andanzas de sus gobernantes, lo siguen sosteniendo con sus votos, de la mayor parte de la oposición, ‘floja’ tirando a inoperante hasta que, a mi juicio, ha llegado Eva Liria al consistorio, de los medios de comunicación que han mentido a diario a sus lectores y oyentes muy a sabiendas, contribuyendo a crear un espacio irreal que ya ha comenzado a ser disparatado, de los directores de los medios y sus departamentos de marketing que han preservado la imagen de Paco Góngora hasta el delirio de no informar sobre sus cuestiones legales o de las realidades contables del consistorio a cambio de dinero público para sus medios sin sopesar siquiera el daño que le estaban haciendo al municipio de El Ejido (en algún caso seguramente se buscaba justamente eso, la decadencia de unos supone la gloria de otros). Valga como muestra el espectáculo de supuesto apoyo al sector agrícola, en realidad un carísimo acto electoral en un municipio intervenido y con gigantesca deuda municipal, organizado por La Voz de Almería, en el que se ha premiado al propio ayuntamiento y a un proyecto, sí, a un proyecto, disparatado, pero proyecto, el de Frutilados del Poniente, que hace mucho que estaba previsto que fuera una realidad y que sigue siendo un proyecto. ‘Premiado’ por La Voz de Almería, pero proyecto.

Por no hablar del daño que se ha hecho desde el sistema judicial a este municipio por la eterna procastinación de un caso simple como el Caso Góngora, que ya lleva más de 8 años a la espera de juicio y que según Paco Góngora espera como agua de mayo ‘para que entren en el fondo de la cuestión’. La realidad política de El Ejido de las últimas legislaturas ha sido una realidad delirante y bastante grotesca, pero los ejidenses parece que somos muy impresionables y los estúpidos ritos del poder municipal y su cohorte de medios palmeros y periodistas que no tienen ni la más mínima idea de lo que es la deontología profesional logran obnubilarnos.

 

La novela de Paco Góngora se irá construyendo poco a poco y sin orden temporal, de la manera más gráfica y directa posible en El Comercio de Almería, pero necesitaba de esta introducción para explicar que casos como el de Góngora necesitan de un contexto idóneo para reproducirse, y del dinero público repartido a los medios para sostenerse, así como de un error de percepción de los ciudadanos sobre la propia realidad del municipio. En esta última etapa, y en buena parte gracias a la ímproba labor de unos pocos en las redes y de algún concejal en los plenos, se ha logrado que la decadencia económica y poblacional de El Ejido se conozca, que la ruina económica del ayuntamiento sea un hecho que ya nadie discute y que los negocietes con las concesionarias se intuyan. Por no hablar de este medio, El Comercio de Almería, que en su corta existencia de un par de meses ha logrado subir los colores en varias ocasiones al gobierno municipal de El Ejido y a otras gentes y otros ámbitos, por no hablar de las denuncias habidas y por haber de la asociación anticorrupción AMAyT. A partir de ahí solo un milagro con otras siglas podría salvar a Paco Góngora, pero no conviene despreciar la suerte del trilero.