Editorial

La forma del agua

EL COMERCIO DE ALMERÍA comienza con este artículo a fijar su línea editorial. Un equipo de cuatro personas darán forma e irán definiendo con cada editorial el carácter de este medio digital independiente que se debe única y exclusivamente a sus lectores.

A veces los políticos nos intentan hacer creer que, si los partidos mayoritarios no llegan a consensos sobre cuestiones que objetivamente podemos considerar fundamentales es porque existen barreras ideológicas infranqueables entre esta u otra formación y ceder implicaría necesariamente una renuncia de sus principios fundamentales. No andaríamos muy errados si dijéramos que, muy contrariamente a lo que nos cuentan, sus equipos buscan afanosamente conflictos que los alejen lo máximo posible de sus rivales y los acerquen también lo máximo posible a su electorado, de ahí, por ejemplo, esa guerra de banderías en la que estamos inmersos ahora, pero que viene fraguándose desde hace décadas desde los medios de comunicación, desde las escuelas y hasta desde el forofismo deportivo.

No hace mucho, alguien que seguramente solo había leído el titular de un artículo sobre las manifestaciones del 8-M publicado en EL COMERCIO DE ALMERÍA (Las mujeres ganan), hizo el siguiente comentario: Y si las mujeres ganan, ¿quién pierde? La lógica deportiva en su quintaesencia; para que alguien gane, a la fuerza otro tiene que perder. Y esa lógica deportiva no solo está instalada en nuestro inconsciente colectivo, sino que hay medios y programas concretos que se empeñan día a día en fijar esa lógica indeleblemente y llevarnos la emoción del deporte a la política. Se trata, pues, de hacer imposible el consenso, porque el consenso es aburrido; no vende, el consenso no da espectáculo, el consenso, el acuerdo, es antideportivo.

Los grandes gurús de la comunicación política saben que son las cuestiones más emocionales, por no decir irracionales, las que están moviendo al electorado, y más aún en tiempos de zozobra e incertidumbre crónica, de manera que, cuanto más complicado se le ponga consensuar algo al gobernante de turno con los opositores del mismo turno, bastante mejor para los aspirantes al título. O eso creen ellos, porque las cosas ya no tienen por qué ser necesariamente así de lo escurridizas, lábiles y líquidas que se están volviendo: el agua abundante discurriendo libremente a veces descubre formas fósiles que habíamos dado por enterradas y bien enterradas.

Sería injusto meter a todos los políticos en el mismo saco, aunque puede que también fuera igual de injusto no meterlos a todos. Es cierto que hay grados, y cuando hay una fuente de contaminación que irradie con suficiencia, es muy difícil que nadie se pueda zafar, eso vale para los grandes ámbitos de decisión como el gobierno de España o el de Andalucía, pero se vuelve una ley ineluctable en los espacios más pequeños de las provincias y los municipios. Que un solo partido vaya dopado con financiación ilegal, por ejemplo, puede llevar al resto de los partidos que concurren a unas elecciones a una dinámica muy particular que no existiría sin ese dopaje, y muchas veces, la consecuente y fácil victoria del partido dopado. Por eso cabría preguntarse si hay un modelo Almería, políticamente hablando, y un modelo El Ejido, o Roquetas, o Mojácar, Cantoria, Vícar, Albox…, con sus características particulares y sus condicionantes, que hacen que, gobierne quien gobierne, las prácticas sean, a lo largo del tiempo, si no iguales, bastante parecidas, con lo cual es posible que hayan sido los gobiernos locales los que adoptan la forma de su contenedor social, de un modelo de vida determinado, y no al revés.

Estamos viviendo una etapa en la que las decisiones plenamente democráticas, la voluntad popular, con los condicionantes que se quieran, conduce en muchas ocasiones a una especie de suicidio colectivo, que se aprovecha de nuestra mezquindad personal, esa que se apoya en el conocido como síndrome de Procusto, que se puede resumir, así a bulto, para el que no se quiera molestar en buscar quién era el tal Procusto,  en el viejo adagio de Julio Camba que no hace mucho recordaba en su cuenta de Twitter Pérez Reverte: ‘La envidia de los españoles no es aspirar al coche de su vecino, sino que el vecino se quede sin coche’.

Creemos que votamos por voluntad propia, aunque en muchas ocasiones repetimos una pauta inducida por mecanismos tremendamente simples, y somos impelidos a dar un voto que, admirablemente, y por lo general, ataca la línea de flotación de nuestros intereses ciudadanos, individuales y colectivos más sagrados. Las culpas, por tanto, a la hora de no respetar los consensos mínimos en cuestiones de Estado (terrorismo, conflictos territoriales, aborto, el reparto del agua, cuestiones medioambientales, etc., por poner sobre la mesa cuatro o cinco ejemplos esenciales, por no hablar de los imprescindibles consensos en educación, igualdad, sanidad y servicios sociales), ¿son de los partidos propiamente dichos o de los votantes? La culpa probablemente tenga algo que ver con que, en realidad, no queremos soluciones durables, sólidas, preferimos las promesas de futuro a las realidades tangibles del presente, que, creemos, si están ahí, van a permanecer siempre. Y los mercados también. Los grandes mercados de la economía-mundo están encantados con que prefiramos los sueños a la realidad, el deseo a la consumación, la insatisfacción a la virtud estoica (areté).

Como bien decía Zygmunt Bauman en su obra Modernidad líquida ‘«Procrastinar» significa manipular las posibilidades de la presencia de una cosa posponiéndola, demorando y retrasando su aparición, manteniéndola a distancia y difiriendo su inminencia. (…) Por sí solo, el tiempo presente no tiene significado ni valor. Por ese motivo es que está viciado, está incompleto y es deficiente. El significado del presente yace más adelante; lo que está al alcance de la mano es evaluado y su sentido es llenado por la noch-nicht-geworden, por lo que todavía no existe.

No son los políticos, los malos políticos, los que manipulan las posibilidades demorando su consecución, ellos solo saben que el chicle se puede estirar infinitamente y que, a pesar de que sale de su boca, se lo compran porque hay una predisposición general a comprar todo lo que sale de la boca de un político en el poder. Un ejemplo: recientemente, y abundaremos sobre este tema y otros de gran importancia para Almería, la Consejera de Agricultura, Carmen Crespo, recién llegada al cargo, ha prometido aguas excedentarias del embalse de Rules, que no puede tener aguas excedentarias porque carece de conducciones (si se llena, evacuan y las aguas van a la mar, que es el morir), autopistas del agua, conexión entre pantanos y obras que, de realizarse, igual se podrían fundir el PIB español de todo un año. ¡Y nadie le chista! Bueno, solo los mismos de su partido, pero de Motril y la Costa Tropical, que dicen que el agua es suya, cosa que tampoco es verdad porque, repetimos, no hay conducciones que lleven el agua de Rules a sus territorios. Todavía. Ni quizá en años y años.

Otro capítulo aparte merecen, merecemos, los medios de comunicación. En la muy complicada tesitura actual los medios de comunicación tradicionales más o menos adaptados a las nuevas tecnologías, sobre todo en los ámbitos locales, provinciales y autonómicos, se pegan al poder como auténticas lapas porque les va la vida en ello. La tan aclamada iniciativa privada, el emprendimiento, la economía real, en definitiva, no da para sostener determinadas estructuras mediáticas que necesitan, por tanto, del dinero público, a cambio, claro está, de tratar, todo el tiempo, pero especialmente en periodo electoral, a quienes detentan el poder a cuerpo de rey. Tanto es así que podemos concluir que la imagen pública de la mayoría de los políticos, está pagada también con dinero público.

En Almería es tal la competencia en los elogios y las aleluyas a los políticos que detentan el poder o, ahí está la novedad, podrían detentarlo, y tanto el afán en tapar sus vergüenzas, que con frecuencia resulta especialmente obsceno ver lo que se ve, escuchar lo que se escucha y leer lo que se lee en depende de qué medios.

Aquí, carecemos, a nuestro juicio, del otro pilar de la prensa postmoderna: los medios cañeros y estérilmente hipercríticos con todo lo que se menea, por lo general, de corto recorrido y brevísima pero intensa ascensión y fulgurante caída, víctimas de esa intensidad wagneriana que impide escuchar la sutileza de las cuerdas y del viento-madera apagados por el intenso brillo de los metales y la redonda rotundidad de la percusión. Hay escándalos, corrupciones y corruptelas, malos gobiernos y asuntos judiciales espinosos para cargar unos cuantos contenedores de la danesa Maersk, pero, como decía, no sé si Paracelso, Chicho Sánchez Ferlosio o ambos: el veneno está en la dosis. Es obligación de los medios de comunicación saber transmitir en su justa medida la información a la que tienen derecho los ciudadanos, a poder ser posible de manera pedagógica, clara y objetiva en la información propiamente dicha y con toda la libertad que permitan las leyes en los apartados de opinión.

Que la propia dinámica de los medios escritos y la falta del personal suficiente limite las posibilidades es un hecho, tanto en los grandes medios y grupos provinciales como en los medios nacientes como EL COMERCIO DE ALMERÍA, cada uno a su nivel, pero todo esto no tiene por qué ser óbice para que la información acabe llegando a los lectores dentro de las posibilidades de cada medio. Que se diga en la calle que los medios almerienses, hasta ahora, valen más por lo que callan que por lo que cuentan, es algo que nos debe hacer reflexionar a todos los que de alguna manera formamos parte de ellos.

Desde este nuevo medio, EL COMERCIO DE ALMERÍA, y desde las páginas de opinión, concretamente desde los editoriales, intentaremos semana a semana ir fijando la inequívoca línea de este medio. Solo nos queda pedir un poco de paciencia hasta que podamos estructurar de forma definitiva los contenidos, pero conste desde el principio que pretendemos ir, aunque solo sea un poco más allá, que esos medios convertidos con el tiempo en meros difusores de sucesos y de notas de prensa de las instituciones esclavizados por Google Analytics: nosotros queremos dar información, opinión y servicios de calidad dentro de nuestro ámbito provincial, y con suerte puede que lleguemos un poquito más allá. Toda nuestra admiración por los medios periféricos que transcienden sus fronteras provinciales cuyos contenidos son disfrutados por cualquiera que sepa leer el idioma y que, a pesar de la liquidez de los tiempos, siguen anclados y bien anclados en el periodismo de calidad; esa es nuestra meta.