De generosidad, ¿no?
El cantante y compositor Fernando Manzano escribe en este su primer artículo para El Comercio de Almería sobre los conceptos de 'reciprocidad' y 'generosidad' en el mundillo de la música y de las relaciones humanas en general.
De más joven supongo que también sería así, pero hoy no estoy seguro, la verdad. Mi memoria maltratada es tan selectiva que tengo que esforzarme para recordar de qué os hablaba al empezar a escribir esto. ¿De generosidad? No. De reciprocidad, sí, de eso era, y de que si de algo sí que estoy convencido y seguro, es de que la reciprocidad como exigencia y más aún la reciprocidad calculada, estudiada, diseñada, exacta, precisa y además tan cobarde que pueda ser, llegado el momento de balances de profeta, martir o divo, algo entendido y parecido a un derecho adquirido, personal, intrasferible y también coercitivo con el que exigir ostentosamente a quien corresponda el pago en efectivo e ipso facto por la incalculable valía y aportación a la música, la cultura y la política de su tiempo. Si me apuran, también a Dios bendito, San Isidro y San Marcos, obviamente. Pago santo, justo, legal, pulcro y transparente que además pueda cubrir también, y en lo posible, el aire y el arte que respiran y exhalan esos discos y canciones con sus músicas y sus letras.
No compañeros y amigos, no. No es esa, a estas alturas de mi camino, una condición esencial en mis relaciones sean estas del tipo que sean. Sin embargo, y seguramente por la edad o por no ser, modestia aparte, un gilipollas o lameculos sin escrupulo alguno que se cuestione alguna vez ese axioma primero del "Por que yo lo valgo y lo valen mis cojones, que hasta llegar yo, todo esto era campo." No entiendo compis que algunos nunca invitéis a las cañas, tampoco en vuestros días de "gloria", "plenitud" o "abundancia". No lo hacéis ni en campaña, copón. Tampoco entiendo cierto proceder en algunos de vosotros cuando hay sello de algún Ayuntamiento gobernado por podridos en el cartel. No lo entiendo porque no creo que sea signo de ninguna distinción. No compañeros y amigos, no. Ni de coña. Me tomo muy en serio esto de ser un artistilla o rockerillo de pueblo en esta España de mierda que hoy es menos poderosa, creo y espero, en lo más trágico, oscuro y retorcido que tiene su historía y la intrahistoria de Unamuno. Esa España de mierda que no os quitáis de la boca ni con disolvente, especialmente si hay bolos en el paquete del marketing de campaña y columnitas de rigor.
Mi España es otra y de ella casi nunca hablo aunque hoy me lo permita. Para mi es suficiente con vivirla junto a la gente que quiero, la gente a la que me siento ligado o a la que le estoy agradecido por algo y no precisamente por hacerme jurar banderas en pleno Siglo XXI. Ese es el siglo de mi Churumbel y no tanto el mio, y me apena pensar que escuchará entre vuestras canciones de "mierda" y vuedtras "ridículas" entrevistas, aquellos ¡Vivas! y ¡Arriba España! decimonónicos que ya escucharon sus abuelas, joder. ¿Qué queréis que os diga? Ya sé: Me cago en algo y besos y música, claro.